jueves, 1 de diciembre de 2011

T U S M A N O S Y T U S P I E S

Alguna vez escuché el silbido de un enorme pájaro huyendo del vacío inmenso. Volaba tan deprisa que no escuchaba sus aletas navegantes y galopantes.



Ausencia de la crueldad del viento...y estupor ardiente pasaba sin decir nada....Nada.



De repente se aflojó la vera y modificó la escena para siempre. No hay manera de volver a tensar la cuerda.

No habrá más dolor tras el nuevo intento.

Ni tan siquiera venderá lo único e inacabable, la conciencia.



Abandona el nido y piensa en el infinito amor que espera en el exterior. Trata de beber del agua de los estímulos y deja emigrar los malos vientos.



No olvides llevar tus manos y tus pies.

jueves, 7 de julio de 2011

¿Quieres tomarte un café conmigo?

Sorbo a sorbo me tomo lentamente este café,
                     en cada trago paciencia envuelta de placer.
En cada sorbo me veo y te veo, veo lo quiera ver,
                     este café es mío,
                                              y yo transformo sus ondas como quiera leer.

Voy mezclando la cafeína con un poco de imaginación,
            miro por la ventana y todo parece oscuridad...
 y con un poco de savia... 
            lo hago cabalgar hacia la inmensidad.

El ruido que asoma son olas de agitación del mar de la humanidad,
               y su intermitente sonido calma la oquedad excavada por la propia realidad.

Sorbo a sorbo sigo parpadeando cada síntoma de vitalidad,
              
               en cada trago un augurio de felicidad.

¿Quieres tomarte un café conmigo?

jueves, 30 de junio de 2011

PASEAR POR LAS AGUAS

Tras pasear por las aguas me fui sumergiendo desde el punto más bajo de mi cuerpo hasta el más alto, gozando de cada erupción, de cada despertar, hasta que alcancé el bostezo final donde se alcanza el deshago de cada órgano. Entonces siento como cada elemento se despereza de su letargo oprimido y se abre mar adentro para dejar pasar las olas, que esperaban vacilantes su turno.
Después piensas, ¿porqué no estar despiertos siempre? Entonces encuentras la respuesta en el estado en el que te encuentras. Estado de meditación absoluta, en contacto con cada circuito que compone tu complejo sistema… Es un estado en el que es imposible habitar continuamente, porque acabaría produciéndose un cortocircuito general.
Antes             mi mente estaba ocupada por la preocupándose por las incertidumbre de no saber qué siente Él, por la decepción de no sentirle cerca.
Ahora            estoy en paz y armonía con mi energía, que fluye calma y potente por todos mis senderos, regando cada hueco que antes estaba controlado por las ataduras de la inseguridad de creerse incompleta.
He dejado libres las mariposas que cuidaba, las tenía apresadas entre hilos de seda que desordenaban las vistas. Les daba de comer y mimaba, las quería proteger mientras esperaba la mano merecedora de cuidarlas. Hoy mientras les daba de comer me di cuenta de que mis manos las han cuidado día tras día, y es la merecedora de disfrutarlas. Hoy decido levantar la jaula y viajar con ellas por los caminos a explorar, a extirpar y penetrar.

martes, 19 de abril de 2011

A RITMO DE TAMBORES

Escucho los tambores, imagino las sirenas bailar como las mujeres de mi familia, imagino el mar mecerse acompañando el  retumbar de las manos que recorren y hacen vibrar la piel que envuelve la madera.
La tristeza en aquellas fiestas adquiría un tono agridulce que recargaba de vida los corazones y alimentaba las necesidades más salvajes. Yo me quedaba mirando cómo se movían, cómo alcanzaban gran velocidad los pies golpeando  el suelo, cada vez con más fuerza y más rápido. El ritmo de los tambores cada vez más fuerte y más rápido. Poco a poco, el movimiento se iba contagiando al resto del cuerpo, primero los brazos, cuando ya se habían asegurado de poder seguir el ritmo, comenzaban a retorcer el tronco como una serpiente hasta llegar a la cabeza, era un movimiento armónico que no se sabía dónde empezaba ni dónde terminaba, era infinito. Ahora llega el momento de la independencia de las cabezas. Cuando el cuerpo está completamente anestesiado, la cabeza empieza a volar en continuos medios giros, hacia un lado, hacia otro, hacia un lado, hacia otro…hasta sobrepasar el ritmo de los tambores, se escuchaban los chasquidos de los cráneos, de los tendones; los ojos se iluminan de un blanco puro, los labios y las mejillas se sueltan y se mueven como gelatina; entran en estado de inconsciencia; ellos, la tierra, el viento, el agua y el fuego son uno,  el todo es ellos. Celebrar la unión, el intercambio de conocimientos, les aparta de la ceguera del hambre y la angustia.
Yo era pequeña cuando todo esto sucedía, la sincera mirada de mi abuela después de la danza siempre me hacía preguntarme qué es eso tan maravilloso que le sucedía para que estuviera tan contenta. Nunca se paraba con nadie en ese instante, y después se me olvidaba preguntarle.
Un día amaneció con una luz antojadiza, el sol alumbraba de soslayo, dejando al descubierto montañas y árboles, y escondiendo senderos y cuevas secretas, aquel día mí abuela vino a verme. Cuando la vi aparece tras el quicio de la puerta fue una sorpresa que me reveló que algo importante iba a suceder. Ajusté mi postura en la cama para que no me riñera. Entró con el aire sobrio, seguro y afectuoso que la caracterizaba, se sentó a mi lado, me cogió las manos, yo no dije ni una palabra. Tras un rato mirándonos a los ojos, me dijo:
-          Niña, hoy es tu turno.
-          ¿Mi turno?-dije.
-          Sí. Hoy, es tu turno. Hoy bailarás junto a tus hermanos.
-          ¿De verdad abuela? Mmm… ¿Pero sabré hacerlo?
-          Claro que sí. Ese baile es tuyo. Tu madre lo sembró en ti, y desde que naciste los estás regando con cada respiración. Cada vez que has dado las gracias, aunque te dijeran que no hacía falta, una gota; cada sonrisa, otra; cada carcajada, ¡¡muchas!! – y soltó una que le siguió una mía-. Cada caricia Alika, otras muchas más. Así que, la respuesta es sí, sabrás hacerlo.
Se llenaron mis ojos de lágrimas, y una fuerza subió desde debajo del estómago y me empujó a abrazar a mi abuela, entonces comencé a llorar. Nunca olvidaré cómo rodeó mi abuela con sus manos mi cabeza y acarició mi pelo con tanta paciente dulzura.
Han pasado más de 20 años y aún pienso que aquella danza es lo mejor que he sentido en mi vida. Es la perfecta enajenación que quisiera experimentar ahora mismo y cada día, pero lo había olvidado. El retumbar de las manos daban el sentido a cada paso que daba, llenaba el aire de vida al hacer vibrar la tierra con mis hermanos, dando sentido a la muerte de los despojos y el renacer de la cordura.
Ahora que el bosque que veo desde mi ventana es de color gris asfalto, los árboles  son pequeños, y los animales tienen mi misma apariencia, quiero volver a cuidar la semilla que me regalaron. Limpiaré las raíces, pondré la tierra al sol, buscaré piedras para filtrar los puñados de tierra nueva y cada gota de agua que deje entrar.

jueves, 14 de abril de 2011

LA HEROÍNA

Me senté a mitad del camino para ver cuánto había recorrido y vi la inmensidad del océano. Por un momento me asusté ante lo inalcanzable, pero comprendí que conquistando retales podré dibujar una alfombra, aunque suspendida en al aire, con la ayuda de la mareas me ayudaría a llegar a algún destino. Esquivé miles de alondras, cautivé ojos de navegantes y ahora al fin, estaba ¡tan cerca!.. Ahora, no pienso renunciar.
Me levanté tras un rato de descanso y agarre con furia el palo, que durante todo el camino me había acompañado en el empeño. Comencé a empujar el agua, las ondas comenzaron a adornar la esperanza, las nubes ahora iban más rápido. La imagen del horizonte comenzó a cambiar de color, por primera vez dejó de ser negro o azul oscuro para ir tomando tonos ocres y verdes. De repente me sorprendí remando con ansiedad descontrolada, a más velocidad, el agua ahora parecía más espesa, no me importaba, allí había tierra, allí podré bajar dejar de sentir esta ingravidez constante.
Llegué a la orilla, me bajé de la barca, la empujé con dificultad hasta incrustarla. No podía creer que mis pies estaban tocando tierra. Me tiré al suelo, por fin mi espalda descansó de la madera. Cerré los ojos, escuché las olas, mis manos se arrastraron por la arena, hasta que las anclaron los dedos, sentí la humedad de la profundidad.
Poco a poco, como si cayeran gotas de agua y fueran dando sensibilidad a las heridas, empezé a sentir el dolor. Primero las sienes, luego su unión con mi nariz, más tarde los brazos, el pecho, las rodillas, las nalgas, el vientre, hasta llegar un dolor latente e intenso en la boca de la abundancia de la vida o la desgracia y la agonía infinita de una mujer.

Ya estás lejos, ahora las lágrimas te sanaran, ahora tus pies y tus manos serán los únicos que me tocaran.
Respira.
Duerme tranquila.

viernes, 1 de abril de 2011

MUERE POR EXISTIR

Vuelve la primavera a mi cabeza y empiezan a fluir las palabras resbalando por todos lados y aprovechando cada esquina para entretenerse a descubrir algo nuevo, a rozarse con cada átomo a ver si se le pega algo de de las migas de otros frutos.

Vente conmigo, ven. Acompáñame en este baño de luz, revolotea conmigo, cruza volando los charcos que dejó el invierno, zambúllete en el barro y embadúrnate de espontaneidad. Acompáñame en este vuelo que comienza hoy y tendrá la próxima estación en luna llena.

Quiérete a morir y muere conmigo por existir…

miércoles, 23 de marzo de 2011

vino y chocolate


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Llegó la tarde y con ella el ruido de sus llaves, se abalanzó hacia mí después de haber dejado su maletín en el suelo, y nos reubicamos en el sofá. Yo estaba escuchando nuestro disco favorito, tendida con los pies en el apoyabrazos, él introdujo sus brazos por detrás de mi espalda y cuando me tenía bien agarrada me miró y me dijo:
-         No puedo dejar de pensar en ti.

¡Absolutamente cierto! no podía dejar de hacerlo, y yo tampoco ¡maldita sea!

Me abrazó, cerré mis ojos y el esófago se oprimió dejándome sin respiración por un instante, era inevitable…
Él había traído flores, las puso en un jarrón, sacó el chocolate con naranja y una botella de vino Merlot, descorchó, olió la parte húmeda del corcho, hizo un gesto de reverencia y sirvió dos copas. Era nuestro ritual favorito. Yo mientras tanto, sentada, con la espalda relajada, lo observaba y inhalaba cada gesto. Él no quería ni adivinarlo, sus torpes manos a veces lo revelaban todo.

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